jueves, 24 de septiembre de 2009

Amanecía despejado y ella, en su pequeño espacio de sensaciones se encontraba acurrucada en una esquina. Fría, mirando diréctamente a la ventana, que se encontraba en el techo. Sólo veía un cristal lleno de polvo y un cielo azul, claro, clarísimo; algo que no podía conseguir con su cabeza.
Llena de dudas, había pasado la noche anterior, agarrada a una botella que no se había atrevido a abrir, pero el simple hecho de tocarla, la hacía creer que tenía una vía de escape. Nunca podía de dejar de ser responsable hasta en el momento más amargo y desesperanzador.

No habia llorado, ni reido, ni gesticulado. Simplemente había apuntado su nombre en una hoja y lo había tachado millones de veces. Si él nunca la volvería a llamar de esa manera dulce, cariñosa por su nombre, había decidido que dejaría de pronunciarlo.
Desde ese momento solamente era un cuerpo, desnudo y vacio, dejaba de ser ella.

No hay comentarios: