Crecí entre un atmósfera putrefacta. Mis primeros pasos los empañaron el humo de la sociedad, no podía reirme por miedo a quedar deborada por los gases tóxicos de la crueldad.
No lloraba por temor a que mi cara de muñeca de porcelana no viera nuevos horizontes.
Viví deprisa, caminé despacio. Me rompí los huesos escalando las posiblidades y allí nada, allí no encontré nada.
martes, 25 de agosto de 2009
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