miércoles, 17 de junio de 2009

Me levanté bajo esa sensación de estar despierta y no poder reaccionar.
Parpadeo cada dos microsegundos,
empieza mi lengua a salibar,
marca en la piel de las sábanas que ayer por la noche anudamos entre nuestras cinturas.

Comencé a desperezarme, mi pupila me permitió divisar el sudor que recorría mi pecho, una gota dibujaba la huella que habías dejado sobre él, todavía palpitante.

Durante 45 minutos había tocado el cielo y ahora temía poner los pies en el suelo por si mis tobillos habían olvidado lo que era caminar por el mundo terrenal.

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