Las señales me lo advirtieron.
Un muñeco cayéndose desde el cristal, un amor brujo deambulando por las sábanas.
Y cuando menos te lo esperas, tu pupila se da cuenta de que no estas sola entre la masa, que alguien se intercepta entre tu rutina y tu tranquilidad.
Lo mejor de todo es que los zapatos rojos no me dejaron desviarme del camino de baldosas amarillas.
Me gusta perderme entre la gente y que no me descubras, camuflada como una más, pero sin ser menos, me di cuenta de que todo pasó y el fallo no fue mío.
martes, 23 de marzo de 2010
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