Dar vueltas en la cama, con las sábanas enredadas en los pies. Sin más pijama que tus manos.
Tus ojos abiertos me observaban desde el escritorio y una leve luz tenue te servía de guía para terminar tu obra de arte.
Yo me giraba por miedo a que descubrieras mi defectos, pero tu seguías mirando fijamente. Sonreías y tus manos, manchadas de pintura, acariciaban tu rodilla.
Te llamé y tu accediste a acercarte, eran fáciles las cosas cuando nos amábamos. Me abrazaste y dejaste que me volviese a dormir.
Despacio, regresaste a la silla, volviendo a observar tu obra. Un te quiero escrito con tinta en mi espalda marcaría el camino hacia el amor.
Hubo un antes y un después y nunca un igual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario