domingo, 16 de enero de 2011

Ella no tenía nombre. No le hacía falta. Se llamaba como él quisiera.
Se hacía llamar mano cuando él disfrutaba de sus caricias, boca cuando le besaba, orgasmo cuando llegaba el placer.

No necesitaba etiquetarse, era todas en una. La había buscado durante mucho tiempo y allí la encontró, entre las demás miradas. No tuvo que llamarla, ella le estaba esperando y no tuvo que presentarse, se conocía de otras vidas, otros cuerpos.

Se llamaba cuerpo, alma, mente. Era tan perfecta, tan sublime...el color del sol, el del rubí, el de la esmeralda.

Ella se entregó sin preguntar, sin quejas ni dramatismos. Un día ella se fué, como vino, se marchó sin despedirse, sin hablar sin casi respirar.

Él no supo pararla, no pudo llamarla en la oscuridad, en la noche, nunca supo su nombre.

1 comentario:

hojalata dijo...

Telémaco!! así se llamaba...