Rapidamente cerré los ojos y fue como volver a ese instante en el que juré nunca más hacerlo.
Lentamente me mentí a mi misma y dejé que se derramase mi moral y mi racionalidad por un instante entre mis dedos.
Los ojos en blanco, la cabeza en penitencia, las manos entrelazadas y mi frente fría contra la superficie.
Creí que era más fuerte, debí mentirme durante más tiempo.