miércoles, 29 de septiembre de 2010

Ayer construí el arma para que aprendieras a disparar.
Te di balas con forma de palabras.
Te di pólvora en forma de lágrimas.

Por un instante pensé que no dispararías, en el siguiente instante mi sangre estaba derramada por las sábanas y tus manos, lejos de la pistola, despegaban mis huellas de ella.

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