Recuerdo las manos de mi abuela acariciándome el pelo y regañándome por cortarme mi larga melena. La yaya tenía nombre de ángel y de vencedora.
Por eso no he querido verla, no he querido despedirme de ella, he querido y decidido recordarla.
sábado, 5 de junio de 2010
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