La curiosidad es una sensación que le seducía. Como un felino se apresuraba a conocer todos los recovecos de su anatomía. Torso, tripa, cara, pierna y un sin fín de zonas que toqueteaba cada vez que podía, tanto en directo, como en las noches de soledad cuando su cabeza dibujaba en sueños su cuerpo.
Un día se vió capaz de dibujar con carboncillo su perfil y se dio cuenta que admiraba más el cuerpo de su amante que el suyo propio. Se había dejado de cuidar, de preocuparse por su estado, por sus necesidades, por sus gustos; tanto que en lugar de ver su cara reflejada en el espejo veía la cara de él.
jueves, 6 de agosto de 2009
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1 comentario:
Me ha gustado muchísimo este último texto, eres una genial escritora!
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